Tuesday, June 15, 2010

F-OSCA DRASTIA

Les comparto este post que me gustó mucho. Es de un blog (blo´, en este caso) que también me gusta mucho. Les dejo la dirección donde siempre.

Habla de lo que es la felicidad, especialmente la felicidad en pareja. De esos pequeños momentitos (arañazos) que a veces ni vemos, pero nos damos cuenta un tiempo después, que esos mismos, eran la felicidad.

Felicidad es leer a F-OSCA Drástica.

Jairo
Siempre hace frío, pero nunca llego a tiritar. Hay un enorme corcho en la pared lleno de fotos que prefiero no mirar para no retener caras de chicas y luego toparme con ellas y sorprenderme en un estado turbador de celos. Las sábanas a veces huelen a otras mujeres, a otros cuerpos, pero siempre se quema un incienso que destaca entre los demás olores y provoca en mí un efecto relajante. Antes me ponía al menos la camiseta para ir al aseo, ahora suelo atravesar el pasillo desnuda. He ido tantas veces que no me hace falta encender la luz. Es en el aseo donde me mira mi reflejo en el espejo con una mueca de satisfacción. Puede que ese sea el segundo más feliz de visitarlo. Más que los orgasmos. Antes creía que la felicidad era una meta, en gran parte por la cantidad de culebrones que me tragué de niña, en los que después de cientos de capítulos de malentendidos y de dolor llega el gran final feliz. Ahora sé que la felicidad se araña algunos instantes discontinuos e impredecibles. Ahora sé que a veces uno está siendo feliz sin saberlo, y luego se da cuenta de que aquello mismo era la felicidad. Antes de ir al aseo balbuceó algo que no llegué a entender, le dije:
- ¿Qué?
Y contestó
- Nada
Pero cuando alguien dice nada, nunca es nada. Nada es todo lo que importa cuando no sabes qué quiso decir diciendo nada. Pero no le dije más, parecía exhausto. Hubo un tiempo en el que hablábamos, ahora sólo usábamos el habla para quedar en un lugar y una hora. Y me parece prudente haber perdido el hábito de conversar, porque recuerdo que me llegó a gustar demasiado. Al volver del aseo de poner mi cara de idiota feliz frente al espejo y refrescarme, ya se había dormido. Siempre se duerme y yo nunca me quedo a su lado. No me atrevo a exponerme al misterio de despertarme con él. Me vestí y me marché. Nunca me he quedado y tampoco nunca me lo ha echado en cara. Así está bien, pensé. Estaba claro que nos gustábamos y no era necesario decir nada ni era necesario dormir en la misma cama. Salí contenta de su casa y llegué derrotada a la mía. Me impresionó mi debilidad para que tres manzanas bastaran para cambiar radicalmente mi estado de ánimo, y me impresionó al mismo tiempo la persuasión que la parte de mi pesimista y atormentada ejercía sobre la eufórica.

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